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miércoles, 8 de julio de 2009

Un artefacto genial

Era el centauro un ser mitológico compuesto por extremidades y cuerpo de caballo y cabeza humana. Al imaginarlo quiso el hombre sumar la fuerza y velocidad del animal con la inteligencia y la prudencia -es un decir- humanas. Pero el centauro sólo pudo pasar desde la imaginación a la mitología, ya que la realidad le negó definitivamente la existencia.

Nada pudo impedir, sin embargo, muchos siglos después, que un intento no demasiado distinto tuviera finalmente éxito. Las mezclas que no consentía la biología iba a posibilitarlas la mecánica.

Ya la rueda había demostrado su extraordinaria potencialidad. Sólo que para rodar requería quien tirara de ella o la empujara. Con el tiempo, la automovilización motorizada resolvería el problema, aunque produjera otros, que es lo que siempre pasa, por cierto. Pero, entretanto, un más que ingenioso artefacto había llegado a buen puerto.

El secreto no fue otro que el de colocar en línea dos finas ruedas unidas por un cuadro y una cadena giratoria sobre piñones dentados movida por el pedaleo de un caballero, o señora, andante. Manillar, sillín y frenos completarían el artilugio que acabaría llamándose bicicleta.

Desde entonces, la humanidad dispone del más limpio, barato, ecológico, sano, simpático, rápido y cómodo de cuantos vehículos ha inventado para cambiar de sitio. Reconoceré con todo que no sirve para las largas, ni siquiera para las distancias medias.
Es inmejorable para las cortas, aunque no sea recomendable en absoluto para viajes transoceánicos. Si alguien piensa que tampoco le van bien la montaña o el desierto, considere por un momento que en ellos nada ni nadie ha superado aún al águila ni al camello.

Su mayor eficacia la muestra con ventaja en el recorrido de las cuestas abajo, con la única condición de que las vueltas no sean demasiado pronunciadas y que tanto el casco como los frenos cumplan bien con su finalidad.

 Haylas de todos los diseños y tamaños, pero todas requieren ser conducidas desde el equilibrio y el control. Su razón de ser es el movimiento, por lo que cuando se paran sólo el pie en tierra impide su caída. Cuando esta, finalmente se produce, se recomienda al bípedo que la cabalga que no acompañe al velocípedo en sus volteretas.

 Todas la recomendaciones para su uso habitual son pocas. Dejemos a los coches que hagan lo que hacen bien, pero tratemos de sustituirlos cuanto más mejor, particularmente en las ciudades. Sólo ventajas obtendremos de ello. Es curioso que muchos utilicen el coche para llegar más tarde de lo que lo harían andando. Con bici, el tiempo y el dinero que podríamos ahorrar es mucho mayor aún.

 Concluyendo, un artefacto (hecho con arte) resultado del genio de muchos, es la bicicleta. Puede ser tan útil como divertida. Se puede practicar en solitario o en grupo, por la ciudad o por el campo y, además, no excluye a nadie por motivos de edad. Sólo aplausos merece un Club que, como el Ciclista Burgalés, viene promoviendo desde hace tanto tiempo su utilización, tanto para la práctica deportiva como para cualquiera otra.

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